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Captain Toad y los videojuguetes

Captain Toad Treasure Tracker Opinión

Videojuguete. El concepto me vino a la cabeza en plena partida de Captain Toad: Treasure Tracker. Cuando estaba inclinando hacia un lado y hacia el otro el GamePad y el escenario del juego se movía en consecuencia, como si en lugar de flotar suspendido en el aire estuviera sujeto por mis manos. Era como si estuviera escudriñando una casita de Pinypon para descubrir cuántas habitaciones tiene y su grado de detalle. Y si el acabado del mando de Wii U ya transmite sensaciones de juguete, que Captain Toad se muestre tanto en la televisión como en la pantalla del GamePad lleva eso más allá, porque es posible tocar en la pantalla para interactuar con el escenario. Tira con el dedo de ese cartel y lo arrancarás, sopla y la hélice girará para desplazar la plataforma, toca esa gaviota y saldrá volando. Como cuando abría todas las puertas y ventanas de la casita de juguete simplemente porque quería comprobar si se podía. Toca, experimenta, juega. Captain Toad es un videojuguete.

Me ha recordado también al Tricky Bol: un puzle con el que jugar, un juguete que es un puzle, lleno de mecanismos con los que trastear. Fácil de superar pero que te ofrece retos que van más allá. Lo has hecho, muy bien, ahora quiero que lo hagas más deprisa, sin que te hieran, cogiendo todas las monedas, sin tocar más de tres veces las plataformas que se mueven a tu voluntad. Toad (y Toadette) es esa pequeña bola que por sí sola no puede hacer mucho, pero con tu ayuda es capaz de llegar al final del recorrido. El sistema de retos extra que se revelan sólo cuando superas cada nivel es como cuando al fin consigues que la bolita supere todas las trampas pero, al repetir la partida, te das cuenta de que es posible completar esa sección haciendo que la bola sólo salte una vez en lugar de las seis que necesitaste en la primera pasada.

Me gusta que haya juegos como Captain Toad, como ese Trickybol, en esta época en la que hay tantos videojuguetes Action Man: los que consiguen que te dejes llevar por el anuncio molón, por la atractiva historia predefinida (¡derrota al malvado Doctor X!), por el cuidado acabado de la figura, con un protagonista con tatuaje en el fornido brazo y cicatriz en la cara. Eh, el Action Man está totalmente articulado, por lo que puedes hacer que se rasque el mentón mientras apunta con una pistola al villano (se vende por separado). Está bien. Pero prefiero el castillo de Peach de Playmobil. El que desempaqueté en mi primera partida a Super Mario 64. Ante mí tenía todo un campo de pruebas para experimentar con todo lo que podía hacer mi nuevo Mario.

Si una consola es un cajón de juguetes, mejor que lo sea con todas las consecuencias: Que sea ese loco lugar en el que el Action Man convive con el peluche del osito, donde el Playmóbil con la cabeza hueca descansa en una cajita hecha de piezas de LEGO y la Barbie le ha robado la moto al Motorratón. Sin Amiibos porque no llegaste a encontrarlos en ninguna tienda. Por eso creo que este primer juego de Toad como protagonista es algo más que el primer juego protagonizado por Toad. Es un juego importante en 2015. Entre acusaciones de haber abandonado la senda de la innovación, Nintendo quizás tenga el mérito de no distraerse con las enormes posibilidades que ofrecen las últimas tecnologías y centrarse ‘sólo’ en lo esencial, en el diseño. En hacer que todos los cúbicos escenarios de Captain Toad no tengan aristas. En que no juegues a Captain Toad: Treasure Tracker, sino con Captain Toad.

Vuela por ahí una frase que dice que la única diferencia entre un niño y un adulto es el precio de sus juguetes. Nintendo es una empresa juguetera de más de 120 años. Siga llenando cajones de juguetes, abrace el free to play o cambie champiñones por caramelos para firmar el próximo Candy Crush, Nintendo nunca ha dejado de fabricar grandes juguetes, y todo apunta a que lo seguirá haciendo. Sólo cambiará su precio.

(Columna publicada originalmente en deusexmachina.es)